un feliz día.
UN RELOJ ANTE EL SAGRARIO
Tenemos un reloj en la capilla, grande, precioso, a juego con
la sillería... pero es un reloj un poco hereje y no ayuda mucho a la
oración: el péndulo dorado crea fantásticos juegos de luces en el suelo
(ideales para quien se distrae hasta con el vuelo de una mosca, como
una servidora) y una campanita truena por toda la capilla cantando las
horas: ¡¡Tin, tin!! Y eso si es la una de la tarde, que a las ocho (hora de
la oración personal) nos deleita con 16 toques de campana, que suelen
desembocar en deseos casi irresistibles de ir en busca del tirachinas...
Pero, desde hace unos días, algo ha cambiado. El reloj
sigue ahí, el péndulo mantiene su ritmo... ¡pero ya no suena la
campanita!
- Es que son mecanismos diferentes- me explicó sor Ana
cuando le pregunté
- El de arriba se ha quedado sin pilas, pero al de abajo
aún le queda.
La cuestión es que pasan los días y no parece que nadie
vaya a cambiar las pilas...
Ahora mismo estoy en la capilla. Miro al Sagrario, miro al
reloj... ¡y no dejo de asombrarme! ¡Ese reloj somos nosotros! Hacemos
ruido, distraemos con nuestro péndulo... ¡pero Cristo nos ha puesto en
su capilla! Y es que Cristo no te exige nada, no necesita que cambies
para amarte. Con campana, con péndulo. Te conoce y te ama así, tal y
como eres, tal y como estás. Él, siendo Dios, se despojó de todo y se
encarnó, se hizo igual a ti y a mí; ya en ninguna situación estaremos
solos. Sólo por esto podríamos cantar de alegría eternamente, ¡pero es
que aún hay más!
Cristo no ha bajado al barro para dejarnos ahí, ¡sino para
levantarnos! Cristo no te pide que cambies para amarte, ¡pero está
deseando transformarte con su amor! Él desea llevarte a dónde tú solo
no puedes llegar. Si le das permiso, él irá suavizando el sonido de tu
campana. El reloj de nuestra capilla ha pasado horas delante del
Sagrario, ¡y el Señor le ha transformado! ¡Cristo nunca falla!
Hoy el reto del amor es vivir con esperanza. ¡Cristo quiere
hacer de ti una criatura nueva! Te invito a que en tu oración le entregues
toda tu pobreza, todas esas personas y situaciones que hacen que tu
campana saque su ruido más estridente. Hoy... ¡canta de alegría! Cristo
te está transformando, pequeño reloj. Te está dando unos ojos nuevos,
un corazón nuevo. De la mano de Cristo, poco a poco tu campanita
suena de otra manera... ¿lo notas? ¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
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