El reto de hoy es arrodillarte.
Hay una cosa que mi impacta mucho, y es algo que ya le he oído a varias personas comentárnoslo en el locutorio o por teléfono. Nos hablan de una necesidad de ver a Cristo en el día a día, en las cosas más sencillas, sobre todo es algo en lo que coinciden las mamás que trabajan en casa, pero que nos incumbe a todos y me ha hecho orarlo mucho.
Así que el otro día cuando me dí cuenta de que nos tocaba día de lavado me acordé de esto. El día de lavado es un día a la semana en el que el noviciado se dedica a primera hora de la mañana a seleccionar la ropa, dividirla, echar “sprite”, quita manchas donde haga falta, poner lavadoras... y luego ir estando pendiente durante todo el día de sacar la ropa, seleccionar lo que va a la secadora, o a tender, volver a poner lavadoras si es necesario... así durante todo el día, o a lo poco, seguro durante toda la mañana.
Reconozco que estos días son los que más me pueden costar, no sé muy bien porque, pero es como que me da mas pereza y necesito orarlo con el Señor para hacerlo con su alegría, sino si fuera por mi siempre lo iría posponiendo.
El caso es que esta pobreza me ha ayudado mucho a buscar al Señor en eso, en las cosas sencillas, en las cosas más básicas que tú también tienes. Y ayer al bajar al lavadero le iba diciendo "te busco Señor, hoy en el lavadero, entre la ropa" y me surgió muy de dentro esta voz: "y pensar que te haces uno conmigo hasta para ir a lavar". Me quedé sobrecogida.
Y enseguida me acordé de una charla en la que el predicador cuenta el ejemplo de una señora que le salían las tortillas buenísimas, las mejores que había probado, y que le preguntaron como las hacía y ella les dijo que con las tortillas "hay que arrodillarse", necesitan su tiempo... y él explicaba que en realidad esta mujer hacía las tortillas dejando Espíritu Santo en ellas y por eso gustaban tanto.
Y sí, esto me surgía, que si todo lo que haga hoy lo hago teniendo muy presente que Cristo se quiere hacer uno conmigo "hasta en el lavado", es decir hasta en lo que más me cuesta, o en lo que a veces creemos que no nos aporta nada el hecho de tener que hacerlo, es porque Él quiere dejar su huella en todos tus pasos, quiere que tu trabajes, sí, pero que el otro descubra algo más en esas cosas sencillas: amor, cariño, ternura, delicadeza, un trato especial que sólo Cristo nos puede regalar, y eso sí toca el corazón. Primero el nuestro para llenarnos y desde ahí el de nuestro alrededor.
Así que hoy ¿te atreverás a arrodillarte ante cualquier trabajo de tus manos para sea de Sus manos?
¡VIVE DE CRISTO !
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